Llegamos al yoga por diversos motivos y por diversos caminos. Unas personas acceden buscando una solución a problemas físicos, otras buscando una solución a preguntas espirituales. Al final todos nos encontramos en la misma sala y con nuestro objetivo personal.

Pero una vez que estamos aquí, la mayoría coincidimos en que el yoga nos cambia la vida, a mejor. Ya sea porque nos sentimos mejor físicamente o porque sentimos que encontramos cierta calma a nuestras inquietudes espirituales.

¿Qué es lo que nos lleva a experimentar este cambio? 

En una práctica de yoga trabajamos tanto a nivel físico como a nivel mental.

La parte física es fácilmente reconocible puesto que, con dedicación y voluntad, puedes observar cambios físicos, como el aumento de la fortaleza, del equilibrio, cambios en la flexibilidad, etc.

La parte mental es algo más sutil, que al principio es poco susceptible, sólo percibimos que nos sentimos mejor, con más ánimo, más alegría…

Pero, tanto la parte física como la parte mental están unidas y colaborando entre sí, por ejemplo, en una postura de equilibrio es tan importante la práctica de entrar y experimentar donde está mi centro físico para mantener el equilibrio, la parte física, como la estabilidad y equilibrio mental para sostener la postura sin caerme, la parte mental.

Por lo tanto en una misma postura, âsana, estamos trabajando tanto la parte física como la mental y lo importante de esto es el cómo lo llevamos a nuestra vida cotidiana, es decir, cómo este trabajo se refleja en mi día a día. Cómo la práctica de yoga puede influirnos en nuestras respuestas ante diversas dificultades o adversidades que nos podemos encontrar de manera improvista en nuestra vida.

¿Cuáles son las herramientas que nos facilita el yoga?

Ante una dificultad o adversidad, una respuesta muy común, es la de aferrarnos a la emoción negativa que produce. Estas pueden ser muy diversas, desde ira hasta tristeza, frustración, victimismo… 

El aferramiento a la emoción afecta a nuestro estado mental y físico, activando nuestro sistema nervioso simpático, aquel que está relacionado con la huida, el instinto de supervivencia, etc. 

Dependiendo de la dificultad que tengo delante, así responderá mi sistema nervioso simpático que actuará sobre mis sensaciones y mis emociones, y así actuaré ante lo y los que me rodean.

El yoga proporciona las herramientas necesarias para poder crear un espacio donde habitar, o sostener, la dificultad, sin aferrarnos a la emoción negativa que produce, otorgándonos la libertad de poder decidir si queremos aferrarnos o no a esa emoción.

Las herramientas que desarrollamos con la práctica de yoga son:

  1. La mirada atenta en un punto: Permite crear un espacio interno, difumina lo que ocurre alrededor, para poder prestar atención plena a cómo estamos experimentando la realidad que estamos viviendo en ese momento.
  2. La respiración: Una respiración lenta y larga nos ayuda a oxigenar el organismo que nos ayuda en momentos de estrés, ansiedad, ira.. activando el sistema nervioso parasimpático, el de la calma y tranquilidad, e inhibiendo el efecto del sistema nervioso simpático, el que causa las emociones negativas.
  3. La capacidad de observar: Cuando la mente no está absorta en la dificultad adquiere la capacidad de observar y determinar cuales son los factores que te han llevado a ese momento. 
  4. La capacidad de decidir: Decidir lo más conveniente para ti en ese momento.

En cada postura, âsana, que practicamos ponemos en práctica estas cuatro herramientas. 

Al mantener una postura se produce una sensación incómoda. Para habitar y sostener esta sensación dirigimos la mirada a un punto concreto, en yoga lo llamamos drishti. Esto nos permite centrar la atención hacia el interior y concentrarnos en una respiración lenta y larga que nos oxigena y activa el sistema nervioso parasimpático, permitiéndonos habitar la postura para desarrollar la capacidad de observar.

Observamos qué es lo que me está causando malestar en ese momento y pueden ser multitud de factores, desde una postura forzada para intentar llegar a un objetivo poco real para mí, hasta algo más técnico como un pie que no está alineado con la rodilla.

Y una vez que hemos observado qué es lo que me está causando esa sensación incomoda puedo decidir qué hacer. En el caso de la postura forzada puedo decidir soltar la exigencia que me estoy autoimponiendo, en el caso de que sea algo técnico, puedo ajustar la postura para evitar ese malestar.

postura de yoga

 

Poder desarrollar estas herramientas para ponerlas en práctica en nuestra vida cotidiana es a lo que deberíamos aspirar en nuestra práctica de yoga y es el camino para desarrollar cualidades como el estado de contento (santosha) y dicha.

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